
SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.– Ningún argentino con un mínimo de criterio puede pensar que por este camino el país pueda ser sostenible. La pandemia, con todo lo que significa, debió ser una oportunidad para el cambio, por el contrario, ha sido motivo para acentuar el retroceso.
Si ya veníamos mal con la educación ahora el sistema está pulverizado, la salud no garantiza que se pueda contener un rebrote, la corrupción es un dato ya palpable, mientras el desguace del sistema se fortalece como política de Estado.
Un país con la extensión de la Argentina, sin trenes, sin inversión en obra pública y ahora sin aerolíneas no es viable. Hemos vuelto a la preocupación que Juan Bautista Alberdi expresara hace 150 años atrás: “Un país cómo para albergar 50 millones de habitantes, sin infraestructura no tiene destino”.
Cuando el momento exige de la clase dirigente la discusión de temas fundamentales para el progreso, plantean a cambio el aborto que está muy lejos de contribuir con alguna solución sino profundizar la división entre los argentinos.
Es un dato de la realidad que la calidad de vida de los ciudadanos cae a diario. La pauperización de los sectores más necesitados se expande como una mancha de aceite y la disgregación social se convierte en una amenaza de levantamiento armado.
En suma, de aquel país que hace cien años estuvo entre los primeros del Orbe, hoy no quedan más que cenizas.-